A TITULO DE RECORDATORIO
En el conflicto del Sahara Occidental hay un aspecto del que se ignora o se habla muy poco, a mi entender.
Los saharauis son un pueblo históricamente nómada que no se acomodan de la sedentarización.
En la época de la colonización española, se movían por el Sahara (por todo el Sahara, ya que no aceptan fronteras en el desierto) con sus jaimas, sus cabras y sus camellos.
Franco no tenía problemas en aceptar el nomadismo porque él mismo lo conocía perfectamente.
Los saharauis se acercaban a El Aiun o a Villa Cisneros para efectuar compras, recibir asistencia sanitaria o cobrar las pensiones a que tenían derecho.
Es cierto que existía una minoría que, voluntariamente, estaba sedentarizada. Y existía una minoría más importante que actuaba de una manera mixta: una parte del año se sedentarizaba y el resto practicaba el nomadismo.
Entonces, la policía territorial representaba la cohabitación sin problemas existente entre españoles y saharauis.
Atilio Gaudio, el gran experto internacional del Sahara Occidental, señalaba que el nomadismo era “el alma vital” de los saharauis. Y añadía que no se le ponía imponer la sedentarización.
Por eso, la sedentarización forzada de los saharauis que existen en la parte del territorio administrada por Marruecos, o en los campos de refugiados de Tinduf, en ambos casos son una agresión contra la cultura y las tradiciones del pueblo saharaui.
Hay una curiosa similitud entre la España de Franco y el Marruecos actual. Franco determinó que el territorio eran provincias españolas, avisó de ello a la ONU y distribuyó el DNI entre la población. Marruecos habla de sus “provincias del sur”.
Pero en ambos casos nunca se ha preguntado a los saharauis, en una consulta legal y referendaría, que destino es el que desean. Si se hubiera hecho, esto habría sido el principio de una solución del conflicto.
Marruecos sabía también que mientras Franco estuviera vivo jamás habrían existido esas “provincias del sur”.
Recuerdo que Atilio, en una visita que hicimos a Tinduf, rebuscó en un montículo situado en Hasi Rabuni, al extremo de uno de los campos de refugiados, y extrajo unas puntas de flecha prehistóricas de sílex, diciéndome: Fíjate, el nomadismo de esta gente es tan viejo como este sílex.
A los saharauis más ancianos se les ha dicho en una época que eran españoles; luego que eran marroquíes. Y siempre han respondido con una risa alargada, acariciando sus barbas blancas pobladas.
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