sábado, 2 de junio de 2018


UNA AMBICIÓN DESMEDIDA  

Una ambición desmedida por el poder ha llevado a Pedro Sánchez a aceptar el apoyo de todos los diablos de la anti-España: los secesionistas catalanes y vascos, y los de la extrema izquierda representada por Iglesias y sus consortes.
Urkullu cambió a última hora de chaqueta por un mayor plato de lentejas, e Iglesias besuqueó rendido al líder socialista implorando una cartera ministerial, que el de Ferraz no le va a dar por ahora en esta andadura.
Sánchez debiera haber tenido la decencia de rechazar el voto de los catalanistas y de Bildu. “Si me quieren votar, allá ellos”, hubiera podido decir, pero no lo hizo, y en consecuencia la coalición que le llevo al poder es lo más heteróclito y vergonzoso del abanico político.
Es evidente que uno de los grandes males de la política en España es la corrupción que se ha llevado por delante a Rajoy. Pero existen otros males tan denigrantes: vender su alma al diablo por el poder; tener poca decencia en los actos políticos personales y no renegar de sus impresentables aliados de fortuna.
Tarra ha dicho que quiere hablar con Sánchez “de gobierno a gobierno”, tirando por la calle de en medio. Urkullu ya no se contenta con 500 millones, y Podemos va a tirar la soga hasta que el socialista le ofrezca algunos caramelos.
Lo políticamente correcto sería que Sánchez convocara nuevas elecciones para comprobar si su aura ante los españoles es tan grande como se cree él mismo. Pero no lo va a hacer hasta que culmine la legislatura, confiando en que eso le de el tiempo suficiente para ganar algunos enteros ante la opinión pública. Difícil tesitura si la hay porque tan corruptos han sido los socialistas como los populares.
De esta jaula de grillos, Rivera es el que tiene un mejor porvenir por delante, así que no es de extrañar de que la extrema izquierda y los secesionistas catalanes le tilden de fascista y de franquista. ¡Qué fácil es, hoy en día, lanzar tales insultos para lo que no tienen argumentos válidos! Insultar, como calumnia que algo queda, les encanta a esas huestes republicano-marxistas y chavistas de baja estofa.
El francés Clemenceau dijo, con atino, que la guerra era un asunto demasiado serio para dejárselo a los militares. Claro que la política no es menos seria para ponerla en manos de un Sánchez deslavado con lejía.

manuel ostos






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