UNA AMBICIÓN DESMEDIDA
Una ambición desmedida por el poder ha llevado a Pedro
Sánchez a aceptar el apoyo de todos los diablos de la anti-España: los secesionistas
catalanes y vascos, y los de la extrema izquierda representada por Iglesias y
sus consortes.
Urkullu cambió a última hora de chaqueta por un mayor plato
de lentejas, e Iglesias besuqueó rendido al líder socialista implorando una
cartera ministerial, que el de Ferraz no le va a dar por ahora en esta andadura.
Sánchez debiera haber tenido la decencia de rechazar el voto
de los catalanistas y de Bildu. “Si me quieren votar, allá ellos”, hubiera
podido decir, pero no lo hizo, y en consecuencia la coalición que le llevo al
poder es lo más heteróclito y vergonzoso del abanico político.
Es evidente que uno de los grandes males de la política en España
es la corrupción que se ha llevado por delante a Rajoy. Pero existen otros males
tan denigrantes: vender su alma al diablo por el poder; tener poca decencia en
los actos políticos personales y no renegar de sus impresentables aliados de
fortuna.
Tarra ha dicho que quiere hablar con Sánchez “de gobierno a
gobierno”, tirando por la calle de en medio. Urkullu ya no se contenta con 500
millones, y Podemos va a tirar la soga hasta que el socialista le ofrezca
algunos caramelos.
Lo políticamente correcto sería que Sánchez convocara nuevas
elecciones para comprobar si su aura ante los españoles es tan grande como se
cree él mismo. Pero no lo va a hacer hasta que culmine la legislatura,
confiando en que eso le de el tiempo suficiente para ganar algunos enteros ante
la opinión pública. Difícil tesitura si la hay porque tan corruptos han sido
los socialistas como los populares.
De esta jaula de grillos, Rivera es el que tiene un mejor
porvenir por delante, así que no es de extrañar de que la extrema izquierda y
los secesionistas catalanes le tilden de fascista y de franquista. ¡Qué fácil es,
hoy en día, lanzar tales insultos para lo que no tienen argumentos válidos! Insultar,
como calumnia que algo queda, les encanta a esas huestes republicano-marxistas
y chavistas de baja estofa.
El francés Clemenceau dijo, con atino, que la guerra era un
asunto demasiado serio para dejárselo a los militares. Claro que la política no
es menos seria para ponerla en manos de un Sánchez deslavado con lejía.
manuel ostos
No hay comentarios:
Publicar un comentario