ARGELIA: FALLECE
CHADLI BENYEDID, ARTESANO DEL MULTIPARTIDISMO
El expresidente argelino, Chadli Benyedid, falleció en el
hospital militar de Argel el pasado sábado, a los 83 años de edad, a causa de
un cáncer de próstata del que venía tratándose hace años.
Cuando Chadli fue llamado a suceder al fallecido presidente,
Huari Bumedien, a principios de 1979, pocos podían imaginar que el adusto personaje,
conocido por sus escasas virtudes intelectuales, llegara a la máxima
magistratura aupado por sus compañeros de Arma.
Chadli no tenía dotes de político y si los coroneles le
entregaron el mando del país, por recomendación del jefe de la seguridad
militar, el coronel Kasdi Merbah, ello obedeció a que en aquellos momentos era
el militar de más alta graduación en activo, estando al frente de la segunda
región militar en el Oranesado. El mando castrense decidió de esa manera
rechazar a los dos candidatos “naturales” que aspiraban a suceder a Bumedien.
El primero de ellos era Abdelaziz Buteflika, uno de los
íntimos del fallecido jefe del Estado, que pronunció el elogio fúnebre durante
el entierro. El segundo era el coronel Mohamed Salah Yahiaui, que entonces
dirigía la influyente rama juvenil del Frente de Liberación Nacional (FLN) el
partido único de Argelia.
La rivalidad entre Buteflika y Yahiaui, neutralizándose
mutuamente, hizo que los coroneles se sacaran de la manga a un tercer
personaje, en la persona de Chadli. Una de las primeras decisiones de éste
último fue separar progresivamente de sus cargos en el FLN a los dos rivales.
Chadli distaba mucho de tener la capacidad de reconvertirse
en un dirigente político, pero tuvo la suerte de trabar amistad con el
presidente francés de esa época, el socialista François Mitterrand, que se
convirtió de facto en uno de sus principales mentores.
Mitterrand le aconsejó que maniobrara para iniciar un
proceso de aggiornamiento político que debía conducir a la liquidación del
sistema de partido único y dar paso al multipartidismo.
La operación era arriesgada teniendo en cuenta que el centro
del poder radicaba entre la élite dura del FLN y los coroneles (En Argelia no
existía entonces el rango de generales) que se repartían el mando del país
sabiendo que Chadli se plegaría sin protestar a sus recomendaciones.
Chadli supo maniobrar, sin embargo, tomando decisiones
unilaterales que no respondían a la voluntad del llamado “poder oculto” (FLN y
militares). Así, puso en libertad al expresidente Ahmed Ben Bella, al que
Bumedían mandó encarcelar tras derrocarle en el golpe de estado llevado a cabo
en junio de 1965. También autorizó el regreso al país del desterrado líder
cabileño, Hocin Ait Ahmed.
Otras providencias
fueron el ir liberalizando paso a paso la economía encorsetada por el rígido e
inoperante centralismo de Estado, iniciando luego un proceso de acercamiento a
Marruecos que conduciría a establecer relaciones personales con el rey Hasan II
y abrir el camino a la “Unión del Magreb Árabe” (UMA) destinada a crear una
comunidad político-económica entre todos los países del Magreb.
Lo que Chadli se guardó mucho de hacer fue cesar el apoyo al
Frente Polisario, sabiendo que si daba ese paso para iniciar una nueva andadura
con Rabat, pondría en peligro su propia autoridad y sería desbancado sin
remedio. Chadli intentó normalizar las relaciones con Marruecos sin dejar de
apoyar a los independentistas saharauis, pero pronto se dio cuenta de que aquello
era una labor demasiado arriesgada. A causa del Sahara Occidental, la UMA sigue
prácticamente congelada desde su creación, a bombo y platillo, en Marraquesh,
el 17 de febrero de 1989.
En los últimos años de la década de los ochenta las
relaciones de Chadli con la plana mayor del FLN fueron empeorando ante el
convencimiento que tenía ésta última de que el presidente quería poner término
al unipartidismo.
En ese marco de sospechas, Chadli dio otro paso
significativo al suprimir el derecho del estamento militar de contar con el
veinte por ciento de los puestos en el comité central del FLN. Chadli aludió a
la necesidad de que los militares abandonaran su militancia política para
ceñirse a sus obligaciones castrenses. Para ello prometió la modernización de
las Fuerzas Armadas, tanto humana como tecnológicamente.
Las diferencias entre Chadli y el FLN salieron a la luz de
improviso en octubre de 1988 cuando se produjo un levantamiento popular en
Argel, al que siguieron otros en diferentes capitales del país. La protesta se
inició en los barrios populares de Bab El Ued y Climat de France, de la
capital, donde miles de jóvenes se echaron a la calle desplazándose hasta el
centro de la capital gritando consignas contra el FLN y el propio Chadli, y
devastando calles y plazas, asaltando comisarias, sedes ministeriales y
dependencias del partido único.
Chadli no dudó en sacar los tanques a la calle y la represión
encargada al ejército se saldó con la muerte de por lo menos medio millar de
personas.
Todavía subsisten muchas zonas negras a propósito de ese
levantamiento, que unos tildaron de espontáneos y otros de organizado en forma
de complot destinado a arrinconar a Chadli.
La primera teoría que sigue en curso apunta a que fue la
dirección del FLN, con su secretario general, Cherif Messadia, a la cabeza, la
que fomentó la protesta con la intención de neutralizar a Chadli y mantener el
sistema de partido único.
Lo malo fue, según otra teoría, que la protesta se les fue
de la mano al FLN y los revoltosos se “desmandaron” destrozando sin piedad los
símbolos del partido y atacando también a Chadli y el sistema político vigente.
Otros son partidarios de la tesis de que Chadli, al ver el
caos reinando en Argel, se aprovechó del mismo para dirimir sus diferencias con
el equipo de Messadia y poner en marcha los cambios políticos que, entre
bastidores, le aconsejaba su mentor francés.
Cuando el ejército mató la revuelta, Chadli anunció un
cambio constitucional que sería sometido a referéndum para imponer el
multipartidismo. El FLN se convertiría en un partido como los otros y se
desplazaría la tesis oficialista que señalaba que el socialismo era “una opción
irreversible”.
La Constitución pluralista fue adoptada en 1989 y dos años
más tarde Chadli renunció a la presidencia del FLN para marcar sus diferencias
contra este partido. Messadia y sus aliados entraron en una etapa de ostracismo
sin que los coroneles se decidieran a cambiar el curso de la historia,
intuyendo que debían adaptarse a las nuevas condiciones.
Hay que admitir sin reticencias que a partir de la
“revolución de octubre argelina” Chadli decidió iniciar un proceso controlado
de democratización de las instituciones, permitiendo incluso la legalización
del principal partido integrista, el Frente Islámico de Salvación (FIS).
El auge tomado por los islamistas les permitió ganar,
primero las elecciones municipales y luego la primera vuelta de los comicios
legislativos celebrados en diciembre de 1991. Ambas elecciones respondieron al
voto popular, terminando con una larga historia de comicios fraudulentos.
Ante la perspectiva inevitable de ver al FIS tomar el poder
por la vía de las urnas, Chadli examinó la situación en su alma y consciencia
asumiendo que no se opondría al cambio aun intuyendo que los mandos militares
no permitirían que Argelia se convirtiera en una república islámica. Por aquel
entonces se habían enfriado sus relaciones con su mentor Mitterrand, quien seguramente
le habría aconsejado que limitara los platos rotos y no se comprometiera con
los islamistas.
En sus últimos años de vida, Chadli aseguró que fue él quien
tomó en solitario la decisión de dimitir de su cargo y disolver el Parlamento,
permitiendo así la suspensión de la segunda vuelta de los comicios
legislativos. Su dimisión –provocada por la presión de los militares, que no le
pusieron otra alternativa según una teoría en curso que él desmintió- abrió la
crisis que desembocaría en una verdadera guerra civil de la que todavía tarda
el país en restañar sus heridas.
Entre sus errores y méritos, a Chadli se le reconocerá como
el hombre que introdujo el multipartidismo en un país anquilosado por
veintisiete largos años de sistema unipartidista donde la corrupción alcanzó
las cotas más altas de la historia. Sabiéndose incapaz de neutralizar a la
poderosa jerarquía militar, de la que él mismo formó parte, al menos logró que
ésta no se opusiera a él hasta llegado el momento en que la emergencia de los
islamistas amenazaba con reducir en cenizas al “poder oculto”.
Su dimisión, forzada o no, fue un gesto apreciable que no le
permitió, sin embargo, abandonar su imagen de personaje ambiguo que permaneció
hasta el último de sus días.
7/10/2012