Cuestión de gatos, para cambiar un poco.
miércoles, 7 de octubre de 2015
Finalmente la Canciller alemana, Angela Merkel, se ha dado
cuenta del peligro que acecha a su país al acoger a unos 800.000 refugiados,
con una mayoría de musulmanes, cuyo objetivo no es solo elevar el nivel de vida
de sus familias sino trastocar las coordenadas sociales del país de acogida, de
manera a imponer progresivamente la islamización, y con ella todos los peligros
subyacentes.
En octubre del año pasado, Merkel hizo un guiño a los
musulmanes al asegurar que el Islam formaba parte de Alemania, lo que llevó al
51 por ciento de sus compatriotas a criticar tales palabras.
A principios de este mes, la Canciller se corrigió a sí
misma al señalar que existía un riesgo de islamización en Europa, lo que
apuntaba a “leer de nuevo la Biblia y volver a la Iglesia”.
Al hilo de ello, las autoridades alemanas están procediendo
a separar a los refugiados según la religión que profesen, pues se han caso
casos de violencias contra los de confesión cristiana a manos de los que practican
el Islam.
Es digno de tenerse en cuenta que entre los miles de
personas que cruzan las fronteras de Europa, algunas de ellas obedezcan a las
órdenes dadas por Al Qaida y Daech para sembrar el caos por medio de atentados
terroristas. Esa posibilidad ya no se puede descartar y los expertos
occidentales en materia de terrorismo la dan por segura, de manera que no sería
de extrañar que tales hechos luctuosos llegaran a producirse en un tiempo
indeterminado.
Tal y como han analizado algunos comentaristas, existe una
“cara oscura” de esta emigración cuyo control estricto distará mucho de ser
logrado porque ya no se trata del millar, más o menos, de candidatos
establecidos en la ciudad portuaria francesa de Calais con la intención de
entrar clandestinamente en el Reino Unido. Lo que cuenta ahora son cientos de
miles de personas con una capacidad de revuelta y amotinamiento que parecen
ignorar los políticos europeos.
Y si no, véanse las escaramuzas protagonizadas por
centenares de jóvenes sirios, iraquíes y afganos en la frontera húngara, cuando
las autoridades de Budapest se opusieron a la entrada descontrolada de los
mismos a su territorio.
La experiencia demuestra que existe una lucha interna dentro
de los propios practicantes del Islam, entre afirman que se trata de una
religión de paz y los que aseguran que hay que acudir a la “guerra santa” para
desmontar Occidente. A título de ejemplo, véase como los líderes de Al Qaida
siguen obsesionados con “reconquistar” Al-Andalus como si fuera una sagrada
misión en la que no importa perder la vida puesto que ello garantiza el
“paraíso” y la posesión de 72 vírgenes a disposición de los futuros “mártires”.
Hungria y Australia han hallado la fórmula para contener la
avalancha. Los dos países han divulgado en la prensa de los países musulmanes
sendos comunicados en árabe en los que señalan a los que piensan pisar sus
territorios que no lo hagan porque ni le darán refugio ni subvención alguna. Australia ha ido más lejos ya que sistemáticamente
detiene a las personas que se acercan a sus costas en pateras y las deportan a islas de Indonesia con el
acuerdo de las autoridades de este país. En esas islas se han creado campos de
acogida y las personas que han sido llevadas allí ya se han dado cuenta de que
su sueño de vivir en Melbourne o Sydney no podrán llevarlo a cabo.
Muy distinta es la actitud de la Europa comunitaria, cuyos
líderes y políticos no parecen darse cuenta de que si hoy acogen a medio millón
de refugiados, mañana les tocara lidiar con cinco o más millones.
Manuel Ostos –
domingo, 20 de septiembre de 2015
DEFENDER A EUROPA
El Ex-Primer ministro francés, Michel Roccard, ya lo dijo en su día al
afirmar que su país “no podía acoger toda la miseria del mundo”. Roccard temía
que el brutal despunte que se había producido en la entrada de clandestinos
procedentes del norte de Africa, alterase los equilibrios sociales de una buena
parte del hexágono galo.
Pues bien, en la actualidad no son miles sino cientos de
miles de refugiados, en su gran mayoría procedentes de Siria, Irak y
Afganistán, los que han asaltado y están asaltando las fronteras de la Unión
Europea. Y pensar que dentro de unos o muchos años, cuando cesen los conflictos
en sus respectivos países, regresaran a ellos, es una ilusión que con toda
seguridad no tendrá lugar, porque una vez asentados en Europa, a la que tienen
por costumbre calificar de “Eldorado”, no habrá fuerza que consiga
desalojarlos.
Estamos, pues, sin la menor duda, abocados a un riesgo de islamización
y de peligro para las raíces de la civilización judeo-cristiana europea. El
general francés, Charles de Gaulle, ya lo advirtió en una de sus conferencias
de prensa a las que pude asistir como corresponsal en Paris. “En nuestra
querida Francia –dijo el ilustre militar- tenemos que afrontar el hecho de que
cada vez existirán más mezquitas y menos iglesias. Y no sería de extrañar que a
mi pueblo, Colombey les deux Eglises, terminarán por llamarlo Colombey les deux
Mosquées.
Hasta hace pocos años, lo que estos mal llamados emigrantes
perseguían era negociar un visado que les permitiera pasar las fronteras de
Europa, y si era de Schengen tanto mejor. Pero ahora para esta verdadera
invasión humana la cuestión de “los papeles” ha dejado de ser un problema. Se
asaltan las fronteras, incluso con violencia y los que desde Turquía entran en
Grecia, y desde allí se dirigen hacia Alemania, Austria y los países
escandinavos, en particular, ya se aproximan al
medio millón de personas, una cifra ligeramente superior a los que desde
las costas libias ponen pie en la isla italiana de Lampedusa y en varios
lugares de Sicilia.
Cuando se habla de derechos humanos y de ayudas a esta
emigración formada por clandestinos, hay que tener en cuenta ciertos límites.
¿Hay que permitir la entrada en Europa de un millón de personas? Y luego habrá
que autorizar que sean cinco, diez y no sé cuántos millones porque por cada uno que penetra hay diez por lo menos que
están esperando su turno. La solución a corto plazo no es darles alojamiento en
pueblos y ciudades sino abrir campos de acogida donde podrán ser atendidos
sanitariamente y cubrir sus más urgentes necesidades.
Tomemos el ejemplo dado por Australia donde, tras estar
hartos de estas invasiones por mar, negociaron con varios pequeños estados del
Pacífico crear y financiar campos de acogida para los emigrantes ilegales de
Indonesia, Paquistán, Filipinas, Viet Nam y otros países. Estos campos están
funcionando sin grandes problemas y Australia ha conseguido salvarse de una invasión
que detestaba porque nadie sabe si dentro del tsunami migratorios no se
esconden presuntos terroristas partidarios de la “Yihad” dispuestos a cometer
atentados en nombre de Daech y de Al Qaida.
Estamos, pues, ante un problema de seguridad y de raíces de
nuestra civilización, y la peor postura es abrir las puertas de par en par sin
saber quién entra en nuestro hogar. Cierto que se trata de un drama humano,
pero debe ser tratado al exterior de las fronteras de Europa y lo más urgente
en estos momentos es negociar con Turquia para que se interrumpa de una vez la
corriente humana que parte desde allí hacia Grecia. Y hasta yo diría negociar
con Libia, aunque la situación en este país es caótica, pero se debe intentar.
Con Argelia ya se ha conseguido que este país participe en el control del flujo
de subsaharianos que se las arreglan para cruzar las fronteras arenosas del
desierto, teniendo como finalidad entrar en Marruecos y dirigirse hacia Ceuta y
Melilla. Los argelinos han devuelto a Niger y Mali algunos centenares de estos
ilegales. No son muchos, pero por lo menos es un buen principio.
Manuel Ostos
Periodista es corresponsal en países árabes (El
País-Efe)
Molop1943@gmail.com
jueves, 14 de mayo de 2015
EMIGRANTES-COMISION EUROPEA
La Comisión
Europea (CE) ha propuesto instaurar cuotas de acogida de emigrantes ilegales
entre sus países miembros, imaginando de forma torpe y pueril que esta medida
ayudaría a contener el flujo de ilegales que sigue llegando a las costas del
sur de Europa, en su mayor parte procedentes de la convulsa Libia, donde no
existe orden ni concierto tras el derrocamiento del régimen dictatorial de
Muamar Gadafi.
La medida
es tanto más torpe que contraproducente porque establecer cuotas de acogida de
ilegales va a tener el efecto contrario de lo que persigue Bruselas. Las mafias
que trafican con los clandestinos, y éstos últimos, en lugar de interrumpir el
tráfico van a acelerarlo y por cada subsahariano o magrebí acogido en Estocolmo
o Francia, por ejemplo, un centenar de
candidatos querrán arrostrar la travesía del Mediterráneo a riesgo de perder la
vida.
El Reino
Unido y Hungría han sido los primeros países europeos a decidir que ellos no
aplicarán el método de cuotas porque están convencidos que gracias a esa medida
se incrementará la avalancha de clandestinos.
La CE ha
propuesto también impedir que barcos y pateras no puedan partir de las costas
libias, lo que supone una acción de carácter militar en cierto sentido. Pero
los veintiocho no hacen más que discutir en balde y la propuesta sigue en
espera de un apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En Asia el
flujo de ilegales también se ha recrudecido en los últimos meses, pero allí son
Australia y Nueva Zelanda los “Eldorados” adonde aspiran llegar bengalíes,
birmanos, camboyanos, laotianos y otras nacionalidades. Y Australia ha tomado
una decisión de rechazo con gran coraje, el coraje del que carecen los
gobiernos europeos. Los barcos y barcazas de clandestinos no son aceptados de
forma alguna y se les conduce a campos de retención creados en las islas de
Nauru y Mano (Papuasia-Nueva Guinea) con el acuerdo de sus autoridades. Y a lo
máximo que pueden aspirar los ilegales es a obtener un visado temporal
australiano de tres años, al término del cual tendrán que abandonar el país o
someterse a un examen drástico de su situación de refugiados.
En los
países de origen de los ilegales, el gobierno australiano ha difundido en los medios
de comunicación y redes sociales mensajes en los que se declara sin tapujos “No
hay solución. Ustedes (los emigrantes) no harán de Australia su casa” /NO
WAY. You will not make Australia your home/.
Y el mismo mensaje se añade: “Si
usted se embarca sin visado, tenga por seguro de que no entrará en Australia,
porque toda embarcación que intente llegar ilegalmente a nuestro país será
interceptada y conducida al exterior de nuestras aguas territoriales. Poco
importa quién sea usted y de donde viene, así que piénselo dos veces antes de
malgastar su dinero y dese cuenta de que los traficantes son unos mentirosos”.
Haría falta
que la CE diera pruebas de la misma decisión sin detenerse a integrar en sus
consideraciones una impropia concepción de los derechos humanos. La Europa
comunitaria., como dijera el antiguo Primer ministro galo, Michel Roccard, no
puede acoger toda la miseria de este mundo”.
La
operación “Fronteras soberanas” lanzada por Australia representa un método de
contención de los ilegales que algunas ONG han criticado sin pararse a
considerar las razones que ha llevado Camberra a montarla contra viento y
marea. La opinión australiana
la sostiene a tal punto que el Primer ministro conservador, Tony Abbott, fue
elegido gracias a un programa en el que destacaba que detendría el flujo de
emigrantes clandestinos.
Pero en
España, como en otros países europeos, la clase política no se decide a abordar
el tema de la emigración como un asunto de primer orden en el debate político cogiendo al toro por
los cuernos. Y para colmo de males, el
programa europeo FRONTEX de defensa de las fronteras tiende a acoger a los
ilegales en lugar de rechazarlos.
Claro está
que hay que socorrer a las personas que, en su desesperación por llegar a las
costas europeas y dado el mal estado de muchas embarcaciones de fortuna, caen
al mar y peligran sus vidas. Pero esta acción humanitaria no debe impedir su
repatriación cuando sea posible. Hay que dejarse de una vez tantos fariseísmos
a los que estamos acostumbrados.
Manuel Ostos
martes, 31 de marzo de 2015
lo horrible de una guerra
Un fotoperiodista hizo esta foto a una niña siria de 4 años, pensaba que él llevaba un arma en vez de una cámara así que levantó los brazos" #Rendida". La foto llevaba más de 14.000 retuits este martes y también se había difundido por Facebook y en Reddit.
viernes, 16 de enero de 2015
sábado, 10 de enero de 2015
LOS TRES TERRORISTAS ELIMINADOS, PERO LA AMENAZA PERSISTE
- Las fuerzas del orden francesas pusieron final este sábado (9 de enero) a la amenaza representada por los tres terroristas autores de la matanza ocurrida en los locales de la revista satírica Charlie Hebdo y de una policía local en la localidad de Montrouge. Los hermanos Kouachi, 32 y 34 años, de origen argelino, y el costa marfileño, Amedy Coulibali, afirmaron haber actuado en nombre de la banda terrorista Al Qaida en Yemen, donde uno de los Kouachi recibió entrenamiento militar y consignas para realizar acciones violentas en Francia. El balance de víctimas de este trio asciende a 12 en el ataque a la revista y 4 en el asalto de un supermercado casher de la puerta parisina de Vincennes.
- La liquidación de los terroristas cierra otro capítulo del integrismo islámico violento en Francia, pero la amenaza persiste tanto en ese país vecino como en otros europeos. El caldo de cultivo se ve alimentado por la proliferación de imames y otros predicadores iluminados que animan a sus seguidores a incorporarse a la “yihad” islámica.
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